Builder.ai era una startup tecnológica que fundada por Sachin Dev Duggal, este se promocionaba como una plataforma de desarrollo de aplicaciones «no-code» (sin código) impulsada por Inteligencia Artificial. Permitía a cualquier persona crear aplicaciones móviles y de software de manera rápida, automatizada y con mínima intervención humana, sin necesidad de tener conocimientos de programación.
La empresa prometía que su asistente de inteligencia artificial llamado «Natasha», podía traducir ideas en aplicaciones completas en tiempo récord, como si se tratara de ensamblar bloques de Lego. Esto llamó la atención de grandes de grandes inversores, incluyendo el gigante de Microsoft Corp. y Qatar Investment Authority, llegando a alcanzar una valoración de más de 1.500 millones de dólares, lo que la convirtió en una «startup unicornio».
La verdad detras del colapso.
El colapso de Builder.ai no fue el resultado de un fallo técnico o una mala estrategia de mercadotecnia, sino de la revelación de un fraude sistemático y una falta de transparencia fundamental en su modelo de negocio. La verdad salió a la luz cuando Builder.ai incumplió el pago de un préstamo de 50 millones de dólares otorgado por Viola Credit en 2023. Esto llevó al acreedor a embargar 37 millones de las cuentas de la empresa, dejando a Builder.ai sin liquidez para pagar a sus empleados y mantener sus operaciones.
Tras declararse en bancarrota se descubrió que su «IA Natasha» no eran más que 700 programadores humanos de la India y que en realidad, las solicitudes de los clientes se enviaban a una oficina en la India, donde aproximadamente 700 programadores humanos escribían el código manualmente para desarrollar las aplicaciones. Es decir, el trabajo que se vendía como automatizado por IA, era en realidad un trabajo manual encubierto.
Además del engaño con la IA, se reveló tambien que Builder.ai habría simulado acuerdos comerciales con otras empresas, como la firma india VerSe Innovation, para inflar sus cifras de ventas y presentar un crecimiento ficticio a los inversores. Esto buscaba mejorar la percepción de la empresa, aumentar su valoración y captar más capital.
Como consecuencia de este modelo engañoso, surgieron quejas sobre la calidad del software entregado. Se reportó que las aplicaciones «escritas por la IA» (es decir, por los programadores humanos sin una supervisión o proceso estandarizado claro) fallaban constantemente, el código era ilegible y plagada de errores.
En resumen el caso de Builder.ai es una advertencia clara sobre los riesgos de la «sobreventa» de la inteligencia artificial y la importancia de su transparencia en el sector de las startups, especialmente cuando se trata de tecnologías que prometen soluciones «casi mágicas».
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